La historia es así: una de las figuras más importantes de la Apple de los 80 vende un montón de equipos antiguos. Los equipos acaban en un almacén y van cambiando de manos. Como es habitual, decide venderlos para hacer limpieza y algo de caja. Se meten en un contenedor y que sea lo que Dios quiera. Pero justo antes de pasar por China para su posterior destrucción y reciclaje, el último propietario se plantea la jugada: "oye, esto podría tener algo de valor extra".
Y tanto.