Leibniz no era un mindundi. Durante sus 70 años de vida, el pensador sajón hizo aportaciones clave en matemáticas, lógica, física,
historia natural y filosofía. Hablamos del tipo que (junto a Newton) creó el cálculo infinitesimal, del padre del sistema binario y uno de los que construyeron los fundamentos filosóficos de la ciencia experimental. No en vano, ha sido considerado, de hecho, "el último genio universal".
¿En los unicornios? No sólo eso, tuvo un papel fundamental en que un montón de gente creyera en uno de los unicornios más raros y divertidos que nos ha dado la
historia natural. Y es que si nos vamos al capítulo 35 de la 'Protogaea', una obra de geología e
historia natural escrita a finales del siglo XVII por Leibniz, podremos ver cómo el genio de Leipzig daba credibilidad al "unicornio de Magdeburgo". Es decir, en el bicho que ilustra este artículo.
Recapitulemos... Por lo que sabemos, los restos de lo que conocemos como el "unicornio de Magdeburgo" se encontraron en 1663 en Seweckenberge, una estepa alemana plagadita de fósiles. Esos fósiles terminaron en las manos del científico prusiano Otto von Geuricke y fue él el que reconstruyó ese engendro. Un engendro que vio Leibniz, pero que acabó perdiéndose para permanentemente.
Cuando casi un siglo luego del descubrimiento y 30 de la muerte de Leibniz, alguien se puso a editar la 'Protogaea', leyó la defensa que el filósofo hacía del unicornio y añadió un dibujo.