Mi columna en
Invertia de esta semana se titula «China, y analiza las noticias que hablan de que
China podría haber alcanzado ya en 2023 su pico de emisiones, que estaba previsto para mucho más adelante, y comenzar a reducirlas ya a partir de este momento, anticipándose incluso a muchas economías occidentales que pasaron décadas y décadas emitiendo dióxido de carbono como si no hubiera un mañana.
Que
China sea capaz de adelantar su pico de emisiones y comenzar a reducirlas a partir de aquí es una hazaña que se debe exclusivamente al crecimiento récord de sus inversiones en energías renovables, particularmente solar y eólica respaldadas por baterías, además de a su fortísima inversión histórica en hidroeléctrica con algunas de las presas más grandes del mundo.
La jugada de
China ha sido interesantísima, y corresponde a la iniciativa de un país que, por su carácter de régimen autoritario sin alternancia de poder, tiene la capacidad de planificar a muy largo plazo. Industrialmente,
China ha puesto un enorme foco en posicionarse en las algunas de las industrias más estratégicas de cara a la descarbonización: la inmensa mayoría de los paneles solares y de las baterías son no solo Made in
China, sino también Engineered in
China, con unos niveles de registro de patentes relacionadas que superan a las del mundo occidental.