La depresión es un trastorno de salud mental prevalente que afecta a millones de personas en todo el mundo y se caracteriza por tristeza persistente, desesperanza y desinterés en actividades que antes disfrutaban. La depresión también puede conducir a resultados debilitantes, afecciones médicas comórbidas y un mayor riesgo de mortalidad.
Aunque esta enfermedad puede parecer algo de adultos, aproximadamente el 20% de los niños y adolescentes que deberían centrarse en jugar y disfrutar de una de las etapas más bonitas de la vida experimentan problemas de salud mental. Los adolescentes se enfrentaron hace unos años a un aislamiento social prolongado, hitos perdidos, cierres de escuelas y un mayor estrés familiar, que son todos ellos factores conocidos que contribuyen a la angustia psicológica.
La depresión no tratada tiene graves consecuencias, como disfunción social, deterioro de la salud y mayor riesgo de suicidio. Si no se controla, la depresión puede empeorar, lo que lleva al desarrollo de problemas de salud comórbidos y al aumento de los costos sociales. Por lo tanto, es esencial priorizar los tratamientos que sean eficaces, accesibles y rentables.
Hoy en día las directrices clínicas tratan la depresión con psicoterapia y farmacoterapia. Estos tratamientos pueden tener
efectos secundarios (trastornos del sueño, problemas gastrointestinales, tendencias suicidas y síntomas de abstinencia) y no permanentemente no son eficaces.