No podemos decir que no fuese algo anunciado: ya en 2018, un fenomenal artículo en
The New Yorker que he utilizado en mis clases desde entonces, «How the
Math Men Overthrew the Mad Men«, presagiaba que el tiempo de los grandes creativos y la publicidad tradicional de
Madison Av. tocaba a su fin, sustituida por legiones de matemáticos dedicados a la hipersegmentación, al espionaje masivo y a la administración de noticias en función de nuestras características y comportamientos, aunque formasen parte intrínseca de lo que considerábamos nuestra esfera privada.
Ahora, dos de las agencias de publicidad más grandes del mundo, Omnicom e Interpublic, anuncian su fusión por adquisición de la segunda por parte de la primera, para dar lugar a la mayor agencia publicitaria del mundo, con más de cien mil empleados y por encima de los treinta mil millones de dólares de facturación.
¿La razón? Muy simple: la llegada de la inteligencia artificial y el inmenso poder que otorga poder combinar los datos sobre los hábitos y preferencias de cada vez más usuarios. Una auténtica barbaridad que consolida una forma de hacer publicidad basada en el espionaje constante e intensivo de los clientes para tratar de predecir su comportamiento y maximizar las ventas, por medio de una violación masiva y sistemática del derecho fundamental a la privacidad.