Pero,
María, ya no te encuentro. ¿Dónde estás? ¿Dónde han quedado esas charlas interminables sobre internet y lo que creíamos iba a ser una revolución, sobre cómo la web nos hacía sentir parte de algo más grande, pero además pequeño, íntimo? Tu blog está inactivo desde hace tiempo, y tus redes son como un eco difuso, perdido entre noticias y publicaciones que ya no llevan tu esencia. Me pregunto si también te has cansado de ese ruido constante, de la presión de mantener una presencia digital que cada vez nos pertenece menos.
Hoy he releído algunas de nuestras conversaciones antiguas. Hablábamos de todo y de nada, de la vida misma. ¿Recuerdas cuando debatíamos sobre si escribir en primera o tercera persona? Al final, decidimos que lo destacado era simplemente escribir, sin pretensiones, con el corazón. Ahora, en esta era de reels y contenido efímero, echo de menos esa autenticidad.
María, si de vez en cuando navegas por los rincones de la web que no han sido devorados por los algoritmos, escríbeme. O mejor aún, resucita tu blog. Dame una señal, aunque sea en forma de entrada breve, de esas que dejabas cuando no tenías mucho que decir pero igual querías estar presente.
Hoy brindaré por estos 24 años, y por los recuerdos que compartimos en esta red de enlaces y palabras.