Dar forma a un filme y llevarlo a buen puerto desde su primer estado como simple idea hasta su proyección, con suerte, en la gran pantalla, es una empresa tan dura como complicada; pero entre todos los escenarios posibles, uno de los más delicados a los que puede enfrentarse un cineasta es el de versionar una historia que se ha contado con anterioridad decenas de veces.
En el caso de 'Nosferatu', a este este peliagudo punto de partida debemos sumar que los precedentes incluyen algunos de los títulos más reverenciados dentro del nutrido género del terror ya sea chupasangre o no incluyendo las obras maestras de F.W. Murnau, Werner Herzog o, si nos lanzamos a la vis anglosajona de la criatura, Francis Ford Coppola. Y es precisamente por esto que entrar en el terreno de las comparaciones tiene menos sentido que nunca.
Tratándose de un proyecto soñado para Robert Eggers y con un trío de precedentes de la talla de 'La bruja', 'El faro' y la injustamente denostada 'El hombre del norte', la confianza en él era prácticamente plena. Lo que no esperaba en absoluto era que los 132 dadivosos minutos que dura el film lograsen sumirme en un estado a medio camino entre el trance y la fascinación que me obliga a coronar definitivamente al de New Hampshire como uno de los reyes del horror contemporáneo.
La 'Nosferatu' de 2024 no es una
obra fácil de digerir.