Cuando
Netflix creó su "videoclub online" que iba más allá de enviar
DVDs a las casas de la gente, allá por 2007, su llegada sirvió como ventana secundaria. Todo lo que no habías podido o querido ver en el cine, lo tenías medio año luego en televisión. No importa si eran blockbusters o la última película ganadora en Cannes: se trataba del reducto de los filmes que se te habían pasado por alto o que no considerabas suficientemente atractivas como para pagar lo que costaban. Pero han pasado casi veinte años, contaminado y cambiado para permanentemente nuestra relación con el cine. Y no necesariamente para bien.
Todos sabemos lo que pasó: cuando
Netflix triunfó, todo el mundo quiso su propio
Netflix, por ridículo que fuera: Paramount, Universal, Warner, Disney, Amazon, Apple... El streaming dejó de ser una ventana secundaria para transformarse, cada vez más, en el más importante para unos estudios que veían muy fácil conseguir beneficios inmediatos (aunque, como luego han descubierto, el camino no era tan sencillo). Pero, el público lo seguía teniendo claro: primero el cine, a continuación el streaming, medio año a continuación. Entonces llegó la pandemia.