El lugar más aburrido del mundo, con mucho, es el trabajo. Y no lo decimos nosotros (que, depende del día, además), sino que es algo bastante claro a poco que nos pongamos a revisar las investigaciones al respecto: en ningún otro lugar la sensación de tedio es tan común como en el curro.
Por eso, durante los últimos años, ha habido una auténtica cruzada contra el tedio en la vida cotidiana... pero especialmente, en el trabajo. Sin ir más lejos, las oficinas más "modernas" se han llenado de "cosas" para divertirse: desde toboganes a futbolines, pasando por un sinfín de snacks o salas de meditación segoviana.
Pues bien, Casher Belinda y sus colegas de la Universidad de Notre Dame están convencidos de que ha sido una pésima idea.
El desgano no tiene
nada que ver con la
fuerza de
voluntad. Como explicaba Emily Reynolds, incluso en el trabajo más interesante del mundo, es relativamente común sentir aburrimiento. Y nuestra reacción habitual es reprimir esa sensación y concentrarnos en las tareas pendientes. El problema es que eso suele ser extremadamente inútil (y, a menudo, como veremos contraproducente).
Belinda y su equipo han estado estudiando cómo se relacionan el desgano y la
productividad. Tienen muchos experimentos modificando diversas variables, pero hay dos que nos interesan especialmente. El primero es uno en el que se demuestra que centrarnos en suprimir el tedio es una estrategia muy problemática.