Desde la llegada de
Elon Musk a Twitter, las actualizaciones que contienen enlaces son sistemáticamente degradadas en su visibilidad, del mismo modo que lo hacen Facebook, que cada vez los esconde más o los etiqueta directamente como spam, o ya como Instagram o TikTok, que directamente te obliga a hacer equilibrios raros y a utilizar espacios antinaturales como el teóricamente reservado a la bio si quieres poner un simple enlace.
¿Qué lleva a esas redes sociales a dar menos visibilidad a los enlaces? Un razonamiento muy fácil: tratar de retener a los clientes en las plataformas, sin ofrecerles vías de salida. Muy sencillo, sí, pero brutalmente cutre y, sobre todo, contrario a la filosofía de internet, que precisamente animaba a enlazar lo más posible y tenía en los enlaces su elemento fundamental.
Tan destacado eran los enlaces, que Google obtuvo un motor de búsqueda superior a todos los que había en su momento precisamente utilizando esos enlaces como base para calcular su famoso algoritmo, en el que los enlaces entrantes inyectaban importancia a una página en función, a su vez, de la importancia de la página de la que provenían.