Julio de 2024. Un grupo de arqueólogos del
Instituto Nacional de
Antropología (INHA) anunciaba uno de esos hallazgos que cambian los libros de historia. Con la ayuda de
LiDAR habían dado con un tesoro alucinante. Todo el mundo conoce
Teotihuacán, pero resulta que en otra zona inhóspita de México había pirámides ocultas. Ahora, en una vuelta de tuerca que pocos podían esperar, han dado con otra reliquia de Teotihuacan a 1,000 kilómetros de donde debería.
Un altar pintado que lo cambia todo. Un altar de piedra caliza hallado en el centro de una antigua residencia maya en Tikal (Guatemala) ha revelado una presencia inesperada de la historia mesoamericana: influencias directas de la ciudad de Teotihuacan, ubicada a más de 1,000 kilómetros de distancia. Datado hacia finales del siglo IV d.C., amarillo y negro que representan a una figura asociada al Dios de la Tormenta una deidad cualidad del arte teotihuacano.
Su ubicación, estilo y función (un altar doméstico dedicado a deidades, en lugar de gobernantes, como era costumbre maya) indican que fue obra de un artista formado en la tradición de Teotihuacan, y no de un local. El hallazgo fue realizado en el Grupo 6D-XV, una zona residencial que, según los arqueólogos, fue habitada por individuos provenientes de Teotihuacan o estrechamente ligados a esa cultura, quienes llevaron consigo no solo sus prácticas arquitectónicas y funerarias, sino además la libertad de expresar su identidad cultural en territorio maya.