La globalización es una necesidad, o que se lo digan a Apple: el diseño de sus iPhone nace en Estados Unidos, la fabricación pasa por Taiwán, el embalaje pasa por Malasia y Corea del Sur y el ensamblaje final vuelve a China, India y Vietnam. Varios giros, en varias direcciones que ahora pueden implicar una sangría por las nuevas políticas arancelarias de Estados Unidos y China.