Cuando Steve Jobs falleció en 2011, dejó un legado en la tecnología, diseño, negocios... Pero además aportó algo igual de revolucionario: un testamento que rompió con la tradición familiar de las herencias millonarias. Sus hijos Reed, Erin y Eve no figuraron como herederos más importantes de su fortuna. En su lugar, toda su riqueza fue a parar a su esposa (Laurene Powell Jobs) y a Lisa Brennan-Jobs, su hija mayor y fruto de una relación anterior.