En los últimos años, incluso pese al auge paralelo de la mensajería instantánea, los servicios de e-mail gratuitos se han convertido en una herramienta indispensable para la comunicación (tanto personal y profesional). Entre estos,
Gmail (el
servicio de correo de Google) destaca como el proveedor más popular, con miles de millones de clientes activos a nivel mundial.
Gmail, revolucionó el concepto de
servicio de correo electrónico gratuitos, no solo por su interfaz intuitiva y amplio almacenamiento, sino además por su capacidad de filtrar eficazmente el spam. Todos ellos, elementos que lo diferenciaban de los principales plataformas de la época, como Yahoo! Mail.
Sin embargo, el cliente paga esta gratuidad con un precio oculto: su propia
privacidad. O más bien la monetización de la misma, pues durante todo este tiempo Google ha aprovechado para analizar los correos electrónicos de sus usuarios para personalizar la publicidad y mejorar sus algoritmos, una práctica que ha generado preocupaciones sobre la
privacidad y la seguridad de los datos personales.
Oficialmente, anunció (ante las críticas) que dejaría de hacerlo en 2017, y un año a continuación aclaró que, sí, que había dejado de analizar tus e-mails para ofrecer publicidad personalizada, pero que seguía haciéndolo para "personalizar los resultados de búsqueda, detectar mejor el spam y el malware".