Nuestros sistemas sensoriales, como la vista y el oído, procesan información a una escala impresionante. Por ejemplo, solo los conos de la retina pueden transmitir información a una tasa de hasta 1,6 gigabits por segundo.
Pero, a pesar de la riqueza de datos que recibimos, nuestra capacidad consciente para filtrar, interpretar y actuar se reduce considerablemente. De modo que, el flujo de información que somos capaces de procesar disminuye notablemente.